Soy la mayor de tres hijos y fui hija única durante dos años. Hasta la llegada de mi primer hermano convivía con adultos la mayor parte del tiempo, lo que favoreció en mi un temprano y rápido desarrollo del lenguaje; según mis padres, desde muy pequeña hablaba mucho, con claridad y propiedad, como si siempre hubiese sabido que tenía un mensaje que dar al mundo.

Muchas situaciones familiares me hicieron ¨crecer¨ a destiempo, asumiendo situaciones que no me correspondían y saltándome etapas vitales de la vida, lo que marcó significativamente mi niñez y adolescencia.

El colegio no me gustó en ninguna de las diferentes etapas que recuerdo. En la universidad realicé mis estudios de grado y postgrado en psicología, los cuales me ofrecieron mi valiosa formación profesional , pero muchos aprendizajes significativos de la vida los he adquirido de historias de vida de otros, especialmente de niños y adolescentes. 

Hay dos eventos que marcaron mi vida de manera especial, uno de ellos durante mis estudios de grado al realizar una práctica en un centro, que trabaja con niños custodiados por la justicia donde conocí varios casos de maltrato infantil que removieron mi mundo y me llevaron a cuestionar y cuestionarme tantas cosas… Sentí que esa experiencia me llevó a mirar la infancia, la adolescencia, la familia y la crianza de una manera distinta. 

El segundo evento fue más adelante, en medio de mis conflictos familiares, empecé a notar como mis padres trabajaban y se esforzaban tanto por ofrecernos una vida lo más cómoda posible; sin embargo, comencé a resentir el tiempo que como familia nos costaba ésto y recuerdo en una conversación con mi madre haber llegado a la inmadura conclusión de que no quería tener hijos si eso significaba anularme como persona; aún recuerdo su cara de impresión!

Durante muchos años viví en “guerra” conmigo misma, con mi familia y con el mundo, sin saber que mi historia me llevaría a descubrir mi propósito de vida.

Al hacerme consciente de todo ésto, comencé un proceso de transformación personal que espero nunca termine, y mis relaciones con todos empezaron a mejorar.

Hoy, comparto mi vida con mi cómplice y pareja, que encontré a mis 23 años como la casualidad más bonita hasta la fecha. Juntos, compartimos el sueño de formar una hermosa familia (sí, con hijos) para lo cual hemos decidido prepararnos, y no hablo únicamente de alimentar una cuenta de ahorros, sino de trabajar en nosotros como hijos, individuos y pareja, y asumir la loca idea de ¨estudiar para ser padres¨.

Al empezar a experimentar los beneficios de cuidar el vínculo entre las personas y basar mis relaciones en el respeto  en mi familia de origen, en la familia que inicié con mi esposo, en mi labor como psicóloga en un centro educativo, y mi labor como psicóloga clínica infantil y adolescente- también decidí acompañar  padres en sus procesos de crianza, acompañar niños-niñas-adolescentes a atravesar los momentos de crisis que conllevan sus propias historias; en fin, personas que al igual que yo, no se conforman con lo que la sociedad hoy vende como “normal” y creen que sí existe una manera más pacífica de educar, criar y vivir en sociedad.