El 14 de febrero de cada año celebramos el día de San Valentín o día del amor y la amistad, festividad en la que acostumbramos a manifestar nuestro amor a todas esas personas significativas en nuestra vida mediante diferentes detalles; sin embargo, quiero aprovechar esta ocasión para reflexionar y mirar más allá de este hermoso derroche de amor.

¿Cuántos de estos detalles, que tengo con mis seres queridos este día, los he tenido conmigo?

Todos hemos escuchado en algún momento que no podemos amar a otros sin antes amarnos a nosotros mismos; y es tan real que el primer y verdadero amor de toda persona debería ser el amor propio, pues “nadie puede dar de lo que no tiene”. Pero, la realidad es que esto no se logra tan fácil como se lee.

¿Cómo se construye el amor propio?

Lamentablemente, no es algo con lo que nacemos, es algo que se puede desarrollar a medida que crecemos. Las frases, los tratos, los momentos de convivencia que tenemos día a día con nuestros padres, hermanos, cuidadores, desde que nacemos hasta la adultez, son los que pueden crear los cimientos de nuestro amor propio. Así es, todo empezó desde que éramos muy pequeños, a través de esas relaciones cotidianas fuimos identíficándonos con lo que observamos decir y hacer a nuestros padres o figuras de apego.

¡Qué gran labor y responsabilidad la que tienen hoy con sus hijos!, porque para ellos, lo que su padre/madre/cuidador hace y dice es la verdad absoluta, mientras no tengan la capacidad de cuestionarla…

¿Qué puedo hacer para favorecer el sano desarrollo del «amor propio» en mis hijos?

  • Observar, analizar e identificar cómo anda MI propio amor o amor propio?, para esto revisa los pensamientos que tienes sobre tí o tus acciones durante el día. Hazte consciente si la mayoría son positivos o negativos, por ejemplo: que piensas cuando fallas, cuando algo no sale como lo planeaste, cuando alguien te llama la atención por algo, cuando te miras al espejo, cuando alguien tiene una opinión distinta a la tuya, etc?
  • Empieza a cuidar tu relación contigo, inicia supliendo tus necesidades fisiológicas básicas (alimentación sana y balanceada, buena hidratación, sueño-mínimo 7 horas diarias); luego asegúrate que tus necesidades de seguridad y afecto están cubiertas.
  • Luego de tener cubiertas las necesidades ya mencionada, comienza a: dedicarte pensamientos positivos, conocer y aceptar tus fortalezas y debilidades, retomar alguna actividad o pasatiempo que te guste, buscar momentos para consentirte, hacer ejercicio o algo que te guste y te mantenga activo/a, hablar sobre cómo te sientes y dedicar tiempo por separado a cada uno de tus hijos.

Para tus hijos, eres el ejemplo de vida a seguir. Pensar y tomar decisiones que favorezcan tu bienestar, no te hará un padre egoísta, pues para que ellos estén bien, necesitan que tú también lo estés. Así que a partir de hoy, cuídate, quiérete, atiéndete primero, y entonces podrás dar lo mejor de ti y el amor más sano a los demás, sobre todo a tus hijos.