Hace un tiempo leí un artículo publicado en baby center por la periodista Ana Hanssen, titulado ¨Por favor, no le pidan besos a mis hijos¨, donde narra 2 experiencias vividas con su pequeña hija. Primero cuenta como en la peluquería una señora insistía a la peluquera que le dejara pasar el turno, porque era «sólo» una niña; luego comparte como un grupo de amigas le pedía a su hija (que no las conocía) que le diera un beso a una de ellas y la niña no quería… Lo que me llevó a la siguiente reflexión: esperamos que los niños nos traten con el debido respeto y que sepan respetar a los demás, pero ¿respetamos nosotros a los niños en la misma medida?

Aunque sean pequeños, se sienten despreciados y lastimados cuando les hablamos con gritos y soberbia, se sienten humillados cuando los avergonzamos (a veces en público), y atropellados cuando les damos órdenes que no comprenden y no son su voluntad.

Con estas actitudes es como empezamos a construir barreras en la relación con ellos que mas adelante dificultan nuestro entendimiento. En cambio, si les tratamos con respeto, les ayudamos a sentirse personas importantes y valiosas (favoreciendo la construcción de una autoestima sana), merecedores de cosas-experiencias-relaciones positivas, capaces de establecer sus propios límites y proteger su cuerpo y su persona, así como también, favorecemos una comunicación fluida entre nosotros.

El respeto que les tenemos a los hijos se manifiesta en la calidad del trato que les otorgamos y en la atención que ponemos en tratar de no invadir sin permiso sus espacios de autonomía (J.M. Lahoz). Es necesario brindarle al niño una referencia de lo que es seguro, y lo que no en el mundo (estableciendo límites), y herramientas para asumirlos y respetarlos de manera sana y sin frustración; debemos hacer el esfuerzo para lograr esto educando desde la empatía, el respeto y la comunicación activa.

Si nos fijamos, la violencia se origina desde las familias en los malos tratos que sufren muchos niños en sus hogares y que pasamos por alto porque la sociedad los normaliza. Entonces, inconscientemente vamos acumulando heridas por estas experiencias y es así como vamos propagando violencia en la sociedad. Esta ha sido la historia de nuestros padres, la nuestra y posiblemente la de nuestros hijos; en nuestras manos está la decisión.